domingo, abril 12, 2009

II

- Buenas noches señorita Fernanda- Pronunció la voz grave, pausada y con un cautivador acento italiano; un hombre de edad avanzada, bien parecido y cuyo rostro sólo transmitía serenidad y agradecimiento. Sostenía amablemente la ligera y bien diseñada puerta de cristal, dando paso a una bella mujer que un par de minutos antes dejaba su coche justo a la entrada del edificio y se refugiaba bajo la sombrilla que se le ofrecía. Aunque independiente y sofisticada, sus ojos le traicionaban: transmitían una tierna mirada que, satisfecha, resguardaba cierto abatimiento… tan sutil que casi nadie lograba percibirle...

- Buenas noches señor Marcelo- Sonrió de manera encantadora atravesando la puerta del vestíbulo de un edificio de condominios ubicados al pie de la bahía- ...no sabía si había tomado su café aún y en el camino un pequeño capricho me detuvo en la cafetería de la esquina para comprar estas rosquillas...- Sus favoritas. Abrió la caja y lucían exquisitas, las cejas del viejo manifestaron un gusto por el alimento. Fernanda, atrevidamente y amparada en la confianza que el cariño mutuo le proporcionaba tomó una de ellas y se la ofreció. Su cabello irrumpió la fascinación con la que Don Marcelo disfrutaba de la escena y éste agregó:

- Con una sonrisa de sus labios basta para que el día de cualquiera cambie de color señorita Fernanda- Y ésta de un movimiento súbito quitó el cabello que había caído sobre su rostro y lo miró agradecida regalándole la esperada sonrisa. Sacudió enseguida el azúcar de las yemas de sus dedos tan delicadamente, casi como una caricia y avanzó hacia el ascensor.


*Mónica Ramírez Cano

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